Saturday, September 26, 2009
Los límites de la expresión artística
Fotografía: Gisela Carbonell-Coll
Hace un par de semanas se dió un debate en Puerto Rico en respuesta a la censura del Departamento de Educación de cinco textos literarios, cuatro de estos de autores puertorriqueños y uno de un autor mejicano. Todos muy reconocidos y algunos de ellos ganadores de múltiples premios de literatura. El anuncio de la decisión de retirar estos textos del currículo de las escuelas públicas no tardó en generar respuestas de varios sectores de la sociedad de esta islita. Los autores de los textos, los maestros, periodistas, religiosos, universitarios, moralistas y unos cuantos otros manifestaron su disgusto o su apoyo según fuera el caso a la directriz del secretario. Aproveché la coyuntura para comentar con algunos de mis estudiantes de historia del arte, dónde radican los límites de la expresión artística y cómo decidimos lo que es permisible incluír en el currículo académico. Nos cuestionamos si la expresión artística debe tener límites y si es así, ¿cómo, dónde, quién, y cuándo se establecen? Esta discusión no es nueva claro está. Sin embargo, el que censuren obras literarias porque contengan palabras soeces o descripciones de situaciones sexuales, más allá de las implicaciones políticas y sociológicas que esto pueda tener, suena la alarma roja en cuanto a la creación y diseminación del arte visual y de cómo ésta disciplina se enseña.
Me pregunto, y le planteaba a algunos con quienes comentaba este asunto, ¿qué consecuencias tendría el que me dieran la directriz de eliminar imágenes de desnudos en mis cursos de historia del arte alegando que son moralmente cuestionables? ¿Qué pasaría si me censuran las imágenes canónicas de la disciplina porque algunos opinen que son obscenas, groseras, violentas, repugnantes, sacrílegas, etc.? ¿Qué pasaría si no puedo enseñar el David de Miguel Ángel, obra que en todo su magnífico esplendor anatómico epitomiza la visión del humanismo renacentista tan crucial para comprender el desarrollo de las culturas occidentales, el sistema de educación comprensiva, el rescate de los ideales de la antigüedad, el poder político, las implicaciones religiosas, el genio de un artista, y tantas otras cosas más? ¿Qué pasaría si institucionalmente se implementa una oposición a mostrar la Maja Desnuda de Goya, las imágenes explícitas de Egon Schiele, las vasijas griegas algunas decoradas con escenas sexuales, la Venus de Milo o las mujeres mutiladas y distorcionadas de deKooning o de Picasso? Más aún, la peligrosidad de esta movida de Educación va más allá de lo objetable del contenido sexual de algunas obras. ¿Qué pasa entonces si se objetan también representaciones de actos violentos? ¿Se justifica que se enseñen si estas se basan en escenas bíblicas por ejemplo? ¿Llegará algún día una orden que prohíba enseñar una escena de una decapitación de Gentileschi, una detallada obra de Caravaggio, o una fotografía de André Serrano?
El arte no es un asunto moral, al menos en mi opinión no debe serlo. Puede que alguna de las obras mencionadas en este post no sean del agrado personal de un individuo--no necesariamente le tiene que agradar visualmente--pero eso no quiere decir que la obra no tenga grandes méritos en términos sociales más allá de los artísticos por los que se deba estudiar. Usted puede pensar que el David es feísimo, pero eso no significa que no reconozca la importancia de esta obra en el desarrollo de la historia del arte renacentista, de la situación política de Florencia a principios del siglo XVI, y la magistral técnica empleada por el artista que la creó. Y esto es lo que es importante enfatizar a la hora de educar sobre arte. Una vez el estudiante conozca el contexto, las circunstancias, las implicaciones históricas, artísticas, etc., que decida por él mismo si le gusta o no. En gran medida aquí radica la diferencia fundamental entre la crítica del arte y la disciplina académica de la historia del arte a la que me dedico. No debemos juzgar el arte porque se ajuste o no a nuestros gustos o a nuestros valores personales. Como historiadores, nuestra responsabilidad es ofrecer las herramientas para que los estudiantes tengan la oportunidad de analizar críticamente y que de esa reflexión se desprendan ideas, pensamientos y prácticas que las puedan aplicar a otras situaciones en su cotidianidad.
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