Una de las imágenes que circuló en el grupo de Facebook: "Salvemos a Haití" (Senado de Puerto Rico). Foto: Suministrada
Al leer su artículo “Haití y las fotos de la indignación” del 29 de enero de 2010 sobre las fotografías de los médicos puertorriqueños en República Dominicana, no pude evitar reflexionar y reaccionar a varios puntos que expone en el mismo. Comparto con usted y sus lectores algunas de mis opiniones. Por mi preparación y profesión (tengo un bachillerato en Ciencia Política, una maestría y un doctorado en Historia del Arte) considero las imágenes, sobre todo aquellas expuestas en espacios públicos, como documentos a ser atendidos críticamente. Esta no es siempre tarea fácil, pero como estudiosa de lo visual ese es mi norte. Según el análisis que comparte en su artículo es evidente que su perspectiva es otra. En éste pasa juicios que parecen tener la intención de disminuir la severidad y la seriedad de las controversiales fotografías de los médicos y la manera en que se han manejado así como de sus implicaciones sociales. No es cuestión de “buscar culpables” o de “cacería de brujas” como menciona en su escrito. Es cuestión de establecer el contexto en el que se da esta situación de modo que podamos entender y procesar el cómo y el por qué a fin de entendernos mejor a nosotros mismos como sociedad y vernos en el espejo de otras naciones que también están participando de los esfuerzos de ayuda a Haití.
Pensar que la nefasta publicación de estas fotos no tendrá repercución a nivel internacional es ingenuo. Una simple búsqueda en Google ya revela varias cadenas como CNN las cuales están reportando el asunto. Asimismo publicaciones europeas y de América Latina han cubierto la controversial historia. Pero más allá de la vergüenza y bochorno que esto le pueda causar no sólo a los puertorriqueños en general, si no también y más importante, a la clase médica del País, el asunto pone en evidencia la lamentable inmadurez social de la que adolece nuestro Puerto Rico.
A las preguntas que plantea sobre lo que revelan estas fotos y la invitación que hace a centrarnos en algo más profundo respondo lo siguiente:
Sí, la mirada que presentan estas imágenes es distinta a la que nos ofrecen los medios de comunicación día a día. Estoy de acuerdo con usted en que frecuentemente la prensa es extremadamente sensacionalista y escandalosa. De eso no creo que haya duda. Su función es informar sobre sucesos acontecidos de interés popular. Si lo hacen de manera sensacionalista o no eso es otro asunto. Lo que sí está claro es que la expectativa que tenemos de lo que presentan los medios de comunicación es distinta de la que tenemos de páginas de redes sociales como Facebook. Diálogo es un ejemplo de una publicación que no sólo informa sino que a su vez educa a sus lectores obviando en la mayoría de los casos la hipérbole mediática. Ahora, el asunto de las fotos de los médicos y su publicación en Facebook amerita consideraciones más profundas. No tengo la expectativa de ver un médico que ha ido voluntariamente a ayudar a un lugar devastado por la desgracia posando con un arma militar en la mano como bichote líder de una ganga. Y mucho menos vestido e identificado con el uniforme de un profesional de la salud cuya misión en este viaje (y en su profesión) es la de salvar vidas. No espero ver un médico puertorriqueño posando como guerrillero ni desafiando el código de ética de su profesión frente a sus pacientes quienes están claramente en una posición de desventaja frente a él. Defensores de estas acciones podrán argumentar que fueron fotos tomadas en su tiempo libre y que fue una acción ingenua. Sin embargo, no hay justificación para un médico aparecer representado de esta forma. Además, el difundir estas imágenes por una red social inevitablemente complica su percepción. Es cierto que la prensa presenta imágenes desgarradoras, grotescas y de contenido fuerte. De acuerdo. Pero no perdamos de perspectiva que se publican porque su función es informar (independientemente de que suba los ratings o vendan más copias de periódicos). Aquí la intención sí cuenta. La intención y el contexto son todo.
Hay una gran diferencia en publicar en Facebook imágenes de pacientas desnudas, algunas de ellas claramente menores de edad, de médicos riendo frente a cuerpos desmembrados, amputados y heridos. No es lo mismo presentar imágenes de los cuerpos de judíos asesinados por los nazis en el Museo del Holocausto, en un libro de historia o en un documental cuyo propósito es educativo, a que éstos las expusieran por ejemplo en un bar o en una parada de tren con otro tipo de objetivo. Por supuesto el hecho de que una imagen se exhiba en un museo no la hace automáticamente deseable a todo potencial observador. Históricamente han habido instituciones que han manipulado lo visual para adelantar un discurso y una agenda. Ésta fue una de las estrategias utilizadas por la ciudad de París luego de la Primera Guerra Mundial. El gobierno creó el Musée Du Val-de-Grâce en un hospital militar del mismo nombre, donde se exhibían imágenes y modelos de cuerpos mutilados y las diversas fases de reconstrucción por las que atravesaban soldados como consecuencia de las heridas sufridas en el campo de batalla y subsecuentes amputaciones. El objetivo era convencer a través de evidencia visual, sobre la reconstrucción y el progreso no sólo de los soldados afectados, si no de la nación en general. Y no olvidemos que debates como el que estamos teniendo sobre lo que se nos presenta visualmente de las degracias que sufre la humanidad no es uno nuevo. Sin embargo es uno que indudablemente ha estado ligado a lo político. Durante la Segunda Guerra Mundial el gobierno de los Estados Unidos censuró fotografías de soldados muertos o mutilados en los campos de batalla en Europa. Por casi tres años éstas imágenes se guardaron en lo que llamaban la “cámara de los horrores”. No fue hasta septiembre de 1943, a sólo dos años de terminar el conflicto, que el gobierno americano (a través del Office of War Information) concedió permiso a la revista Life para publicar las primeras fotos que la nación vería de soldados suyos muertos pues en este momento ya estos visuales servirían su agenda de promover una actitud de confianza en los esfuerzos militares y los sacrificios de los suyos. Por lo tanto el abordaje crítico y reflexivo es crucial al confrontar imágenes de contenido controversial vengan de donde vengan. Pero más aun aquéllas cuya intención violenta la dignidad humana y los estándares mínimos de civismo.
Contrario a lo que usted expresa, el hecho de que los médicos en cuestión sean parte de una delegación enviada por el Senado de Puerto Rico sí tiene importancia. Esos médicos no fueron en su carácter personal. Fueron convocados y enviados por el gobierno de Puerto Rico y por lo tanto estaban en un viaje oficial. Mientras están ejerciendo allí representan al País al igual que los médicos que enviaron otros países así los representaron. Por ejemplo, un individuo que durante un viaje de vacaciones con su familia se comporte de manera cuestionable y publique las fotos en su página personal en una red social es una cosa. Pero, si ese mismo individuo incurre en comportamiento cuestionable mientras está de viaje participando de las Olimpiadas, vestido con el uniforme que representa a su país y luego publica las fotos en la página de Facebook del Comité Olímpico, estoy segura de que muchas serían las personas que lo cuestionarían.
Usted dice que las fotos de los médicos con los rifles no son más que “un reflejo de una actitud inmadura posiblemente, pero no necesariamente insensible o poco profesional”. Respetuosamente difiero. Unas líneas más abajo dice: “Nada demasiado distinto a las fotos de cualquier boricua en Facebook, bueno claro, con la diferencia de que esta vez el escenario es un hospital con víctimas de un terremoto en otro país y no cualquier sitio de jangueo. ¿Pero no es parte de la cultura puertorriqueña la fiesta y el alcohol?”. Estas preguntas y las aseveraciones que hace a las mismas son sorprendentemente vacías y muestran su ingenuidad ante las implicaciones del material visual. Las fotos son insensibles y poco profesionales. Y sí, totalmente distintas a las fotos que cualquier boricua pone en Facebook. Estos médicos no son “cualquier boricua”. Durante el viaje a la República Dominicana estaban en representación del pueblo de Puerto Rico, enviados por su gobierno. El contexto en el que se producen las imágenes es precisamente lo que forma su significado, matiza su percepción y las hace relevantes como registro de un momento histórico. Publicarlas además en una red social sin propósito científico o educativo hace su existencia y difusión aun más problemáticas y cuestionables. Cuando se produce una imagen, sea una pintura, una fotografía o un afiche, se hace con un propósito. Una vez producida y difundida, también se conforman expectativas sobre la misma. Asumir lo contrario es subestimar el poder de la creación visual.
Finalmente Sr. Grande, me sorprende que concluya un escrito para Diálogo comparando el que un médico haya posado con una segueta a punto de realizar una amputación con la reconstrucción de una casa de familia pobre y que retraten al que está trabajando la reconstrucción con martillo en mano. La comparación refleja la insensibilidad y la falta de pronfundidad que usted mismo denuncia al comienzo de su escrito. Si la víctima a ser amputada en esas fotos fuera puertorriqueña, americana blanca, francesa o inglesa, ¿también la hubiese comparado con una casita que está siendo reconstruida?
No creo que como usted dice “nos molesten (estas fotos) porque podrían mancillar la imagen solidaria del buen samaritano que hemos querido proyectar”. Las imágenes de soldados americanos torturando iraquíes publicadas en el Internet hace unos años no tenían nada que ver con la imagen de buen samaritano que usted alega nuestro país ha querido proyectar. Y sin embargo para muchos (y me incluyo) la existencia y difusión indiscriminada de esas imágenes fue igualmente cuestionable en su momento.
El desarrollo de la conciencia social y de marcos de análisis crítico no se circunscribe a lo que ocurre y a lo que hacemos en esta pequeña isla. Tengamos en cuenta que Puerto Rico no es el ombligo del mundo por más que muchos deseen que así sea. La generalización de que a los puertorriqueños les gusta la fiesta y la bebelata no puede ser criterio de análisis ni justificación y además debilita cualquier posibilidad de relevancia en su argumento.
La situación es mucho más profunda y ya trasciende las imágenes en cuestión. El acto de crearlas y diseminarlas en las circunstancias de esta coyuntura pone en evidencia actitudes clasistas, machistas y racistas que a su vez muestran la ignorancia y la falta de conciencia social de los involucrados.
Gisela Carbonell-Coll es catedrática auxiliar del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.
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