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Este verano se presentó en el Museo de Arte de Ponce de Puerto Rico la exhibición Del Greco a Goya: Obras maestras del Museo del Prado. Este proyecto se suma a los numerosos esfuerzos de esta institución de poner al alcance de los residentes de la isla, un acervo de importantes obras, y con la presentación de éstas, ideas y puntos de reflexión. El éxito de la misma fue tal, que el museo pospuso la fecha de clausura una semana. La exhibición que contó con 24 obras del Museo del Prado en Madrid, y complementada por más de una docena de pinturas de la colección del MAP, merece un comentario positivo.
Foto por: GCC
Pero en ésta visita en la que la expectativa de una buena exhibición fue satisfecha, me encontré con el arte conceptual de Luis Camnitzer y su proyecto Arte en Respuesta. Camnitzer, uruguayo de nacimiento, ha fluído por décadas en la corriente del arte conceptual. Su exhibición en el MAP se concentró en poner en diálogo obras suyas con obras de la colección permanente del museo. El resultado: genial. Aunque de seguro, otros visitantes difieren. Camnitzer juega con el fundamento conceptual que subyace algunas de las pinturas y esculturas de la instalación permanente cuestionando a su vez la respuesta del visitante/observador. Su intervención en las salas se hace incómoda para algunas personas. Muchos comentaban que esas "cosas" (todavía en el 2012 muchos resisten llamar "arte" al arte conceptual), no pegan. No corresponden. Sin embargo corresponden por demás. En sociedades altamente consumistas como la nuestra, no se consume lo suficiente visualmente. En los museos locales muchas veces los visitantes van como de prisa, mapa en mano "a ver qué es lo grandioso que tiene esto" como me decía una vez un estudiante. Consciente de lo que han representado los museos históricamente como instituciones a veces monolíticas, a veces estáticas, que promueven una visión específica de ciertos eventos e ideas (sobre todo hasta el siglo XIX), Camnitzer aprovecha estos espacios para desestabilizar precisamente eso que parece estar tan arraigado en los museos tradicionales y en los públicos más conservadores que llegan con ideas preconcebidas de lo que van a ver. Entre otras cosas, me agradó muchísimo el cuestionamiento sobre la visión y la mirada. En varias instancias de la exhibición, el artista nos fuerza a cambiar de papel: de ser observador, pasamos a ser observados por aquello que observamos. En otras palabras las obras de arte, los objetos inanimados son los que nos observan a medida que nos movemos por el espacio. Ese es el caso de su pieza Narciso, una de mis favoritas que consiste de dos fotografías expuestas en ambos extremos de una de las salas y en medio de las cuáles pasamos para ver pinturas de reyes y personajes históricos notables. De modo que somos observados y escrutados a la vez que nos hace consciente de nuestra presencia. Me hubiese encantado llevar a mis estudiantes a ver tan buena propuesta. Incluso, Camnitzer cuestiona su propia identidad como artista al exponer su Autorretrato, en el que un abanico de pie mueve un lápiz que cuelga de un hilo en la pared y el cual traza una línea (que asemeja un poco un sonrisa cínica) en la pared del museo.
Valía tanto la pena ver la pieza dibujarse, como a los visitantes reaccionar a ella. Algo tan banal y tan simple, tan cotidiano, provoca reflexiones precisamente sobre lo que ha sido (y muy a menudo) esperamos que sea el papel del artista. Aquí Camnitzer al hacer que ésta línea se trace en el lugar donde usualmente se colgaría una pintura, se ríe (con una sonrisa duchampiana) de nuestras preconcebidas nociones de lo que es la tradición retratista europea. Al final, ¿qué es un retrato, si no una serie de marcas en una superficie?
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